El trasgo es un tipo de duende travieso frecuente no Norte da Península Ibérica. Ten moitos nomess dependendo de la región así en Galicia se les denomina como trasno, en Asturias trasgu, en Cantabria y León (trasgo) y en Portugal se les llama "strago" o "demonios da mao furada" (demonios de mano agujereada) :)
Descripción física[]
Aunque su descripción suele variar de región, generalmente al trasgo se le representa como un duende pequeño (entre 40-80 cm de altura), de apariencia humana, de piel marrón, negra u oscura y ojos muy negros y brillantes. Suele vestirse , vestido por lo general de rojo y llevar un gorro rojo gorro tambien colorado. Los más característico de los trasgos es que tiene la mano izquierda agujereada, aunque en ocasiones se le representa con ambas manos agujereadas. Esto les impiden coger cosas con ellas pues siempre se les caen por el agujero. También de los trasgos asturianos se dice que son cojos, aunque esto no les impide moverse con asombrosa rapidez; siendo muy ágiles y pudiendo dar enormes saltos. En Cantabria tambien se le suele añadir cuernos y rabo.
Personalidad[]
Aunque no es un ser malvado, su principal afición es molestar y gastar bromas pesadas a los habitantes de una casa, como romper la vajilla, asustar al ganado en las cuadras y hacer ruidos nocturnos por el desván. El trasgu es un duende familiar, y es muy difícil deshacerse de él. Les gusta asentarse en el fuego del hogar y sus lugares favoritos son los desvanes, cuadras y cocinas, donde suelen hacer más a menudo sus travesuras. Los trasgos de Cantabria suelen ser algo más tosco que sus parientes asturianos y gallegos. En ocasiones se le atribuyen poderes mágicos como la capacidad de transformarse en animales, aunque solo suelen hacerlo cuando están fuera de la casa de la que se han hecho "huéspedes". También la glotonería es característica de los trasgos, y una de las señales de que se han instalado en una casa es la constante desaparición de comida, especialmente de dulces.
En otros lugares, se dice que habitan en los bosques y cuya actividad es burlar a las personas y hacerles gamberradas, sobre todo a las muchachas que están haciendo alguna tarea como por ejemplo pastorear. Puesto que deben esconderse de los humanos, su vestimenta se compone de hojas de árboles y musgo.
Debido a sus constantes travesuras, algunas familias que se vieron obligadas a abandonar sus casas por culpa del trasgo, sin embargo esto no suele funcionar, ya que el trasgo le ha cogido "cariño" a la familia y les sigue hasta su nuevo hogar, donde continua con sus actividades. También a su manera tratará de ayudar en las tareas del hogar. La única forma de librarse de él es encomendarle tareas imposibles, como coger agua en un cesto, blanquear una oveja negra o mandarle recoger con las manos granos de maíz o mijo tirados por el suelo, cosa que no puede hacer debido a que los granos se le cuela por los agujero de sus manos; pero como se cree capaz de hacerlo todo, el trasgo aceptará el trato y he intentará infructuosamente realizar las tareas que se le han encomendado, hasta que se da cuenta de que se ve incapaz de hacerlo, por lo que al final desistirá y, avergonzado y se marchará.
Los trasgos en la historia[]
Durante los siglos XVI y XVII, incluso teólogos de gran reputación estaban convencidos de que los duendes eran una categoría de demonios menores y domésticos. Numerosas actas de procesos inquisitoriales muestran hasta qué punto estaba arraigada su creencia entre todas las clases sociales, y de qué forma la iglesia intentaba neutralizar su acción con reprobaciones y exorcismos. Antonio de Torquemada dedicó un amplio tratado de su Jardín de flores curiosas a los " fantasmas, visiones, trasgos, en cantadores, hechizeros, brujas y saludadores " donde describe ampliamente sus actividades. Según Torquemada: " los trasgos no son otra cosa que unos demonios más familiares y domésticos que los otros [...] y así parece que algunos no salen de algunas casas, como si las tuviesen por sus propias moradas, y se dan a sentir en ellas, con algunos estruenos y regocijos, y con muchas burlas, sin hacer daño ninguno: que aunque yo no daré testimonio de haberlo visto, he oído decir a muchas personas de crédito que los oyen tañer con guitarras, y con cascabeles, y que muchas veces responden a los que llaman, y hablan con algunas señales y risas, y golpes ".
Ya en el siglo XVIII, la arraigada creencia en las actividades de los duendes tendría su primer gran detractor en la figura de Fray Benito Jerónimo Feijóo, quien dedicó todo un capítulo del Theatro Crítico universal (1781) a refutar la existencia de los " Duendes y espíritus familiares ". A partir de entonces, y coincidiendo con el desarrollo de las ciencias experimentales en el siglo XIX, cada vez fueron más las voces de teólogos y científicos que rechazaron la creencia en los duendes.
En Asturias y Galicia, además, existe un tipo de "trasgu" al que se llama "sumiciu", el cual es experto en esconder cosas o apropiarse de ellas. Lo que más le gusta es hacer desaparecer las cosas justo cuando las necesitamos. Este tipo de trasgo tiene su equivalente en Suiza, el País Vasco y el norte de Itlaia en el "Servan", aunque este último suele devolver siempre lo que ha cogido (cuando ya no nos hace falta, eso sí) colocándolo en los lugares más insospechadaos.Otro de sus pasatiempos es cambiar el vino de los barriles por agua.Los trasgos, tanto gallegos como astures o cántabros, son batante cochinos; les gusta revolcarse en el estiercol, limpiarse el trasero en la leche (o mear en ella) y mearse encima de las personas convertidos en animales.En este sentido, los trasgos leoneses, también llamados "martinicos" o "martinillos", gustan más que sus vecinos gallegos y astures de andar por las afueras de la casa, transformados en animales.En los Ancares (entre León y Lugo), existe la costumbre de poner cruces en los árboles que bordean los pueblos, para así impedir que los trasgos entren en ellos.Se dice que los trasgos también desaparecen si se pronuncian exclamaciones tales como "¡Jesús!" o "¡ Dios Mio!", o se puede renegar de ellos diciendo "¡ Arrenégote, cochino!".En los Ancares también encontramos al "trasno do choco", quien gusta de hacer extraviarse a los forasteros.