El roblón es un árbol animado con rasgos humanos, un gigante de la mitología cántabra. Es más grande incluso que un Ojáncano, y mucho más fuerte y alto que cualquier otro roble de los montes de Cántabros.
Historia[]
Según se dice, originalmente no era más que un anciano roble, completamente normal al resto de robles de los bosques, aunque se caracterizaba por tener una enorme oquedad en el tronco. Una tarde de tormenta se cobijó en el hueco de su tronco una bellísima muchacha. Empapada y aterida como estaba se apretó contra las paredes del hueco y el árbol, ante la tibieza de aquél cuerpo y el aliento de aquella boca sonrosada, sintió como la savia le corría más rápido por el tronco hasta que acabó estrechando a la mocita en un abrazo mortal. El árbol absorbió la sustancia y los humores de aquel joven cuerpo y aquella nueva savia hizo crecer desmesuradamente al roble, cuyas raíces se extendieron por los alrededores robando a los árboles y arbustos cercanos, no sólo su agua y alimento sino también su savia
A partir de ese momento y por una mágica mutación, el roble fue creciendo hasta hacerse gigantesco a la vez que iba tomando forma humana, hasta que un día llegó a su límite de crecimiento. Sintiendo la necesidad de moverse despegó sus raíces de la tierra y comenzó a caminar por el monte arrasando todo lo que encontraba a su paso y viviendo del agua que absorbía de las fuentes a través de sus enormes pies.
Unos dicen que ha muerto quemado por unos campesinos que lo sorprendieron durmiendo, aunque hay otros que dicen que de vez en cuando se le ve paseando su gigantesca figura por algún valle perdido de Cantabria.
M. Llano lo describe así en su obra "La Braña": El Roblón es un gigante que tenía los pelos de yerbas secas, las barbas de brezo, las mandíbulas de roble, la nariz de encina, la frente de haya, las piernas de Fresno, los brazos de abedul, los ojos de lumbre. Su jadeo movía las hojas más altas de los arf1oles y las piedrecillas de los senderos. De noche sus ojos parecían dos llamas redondas, grandes, como si hubiera dos lunas y bajaran al ras del monte de vez en cuando... En el invierno se entretenía derrumbando las cabañas, abría grandes torcas en los caminos, cubría con pedazos de peña los remansos de las fuentes.
Fuentes[]
- Seres Míticos y Personajes Fantásticos Españoles de Manuel Martín Sánchez