Las mozas del agua eran ninfas de la mitología cántabra que vivían en fuentes y ríos.[1]
Aspecto[]
Poseían trenzas rubias y en la frente tenían una estrella del color de las nubes tras la puesta de Sol. Vestían capas de hilos de plata y oro, su mano derecha tenía anillos blancos y la izquierda una argolla de oro con franjas negras. No usaban calzado.[1]
Comportamiento[]
Por las mañanas salían del río o la fuente con madejas de hilo de oro que hilaban por la noche. Secaban al Sol las madejas húmedas sobre sobre las rocas y hierba, mientras bailaban sujetas en corro, riéndose y cantando suave y alegremente.[1]
Poderes[]
En sus huellas germinaban flores amarillas y rojas. Cuando avanzaba la mañana, recogían las madejas y volvían a sus palacios subacuáticos. Se decía que la dicha le sobrevendría a quien recogiera las flores germinadas sobre sus huellas en el momento de su marcha. Sin embargo, la dificultad residía en que se deshacían como espuma cuando las mozas entraban en el río. En cambio, si un joven tomaba uno de los hilos, sería arrastrado por él hacia el palacio, donde se casaría con la más bella de todas.[1]
Anualmente, en el día de San Juan, salía el mozu del agua con su esposa y sembraban una gargantilla, un anillo y un coral por los senderos del monte que solo podían ver las pastoras honradas y cristianas. Quienes se encontraban estos regalos, podrían curar todas las enfermedades con el agua de las fuentes y ríos, y sus rebaños serían los más usados del monte.[1]
Equivalencia[]
Son equivalentes de la alemana Wasserjungfrauen o la doncella del agua. Está relacionada con las mouras gallegas, las xanas asturianas, también llamadas inxanas o injanas, y con Mairi del foclore vasco. Es posible que tuvieran un origen común arcaico, posiblemente del neolítico.[2]