En la mitología hurdana, se trata de mujeres maléficas con aspecto de brujas que habita los valles de Las Hurdes (Caceres). No les gusta mucho que las vean, por eso, por las noches, entran en los hogares transformándose en puntos de luz.
Tiene la tendencia a secuestrar a los bebés de sus cunas y ubicarlos en otro sitio. Cuando los padres se dan cuenta de la desaparición y no aparece por casa, están horas buscando al infante desaparecido hasta que aparece en algún lugar inverosímil. A veces están en unas de las casas vecinas, o en una casa abandonada, en un corral o en lo alto de un monte. Dado que es imposible para los infantes llegar allí por si mismos, solo puede ser obra de la Encorujá.
También tiene otra costumbre que es el de oprimir el pecho a las personas cuando están durmiendo en mitad de la noche, causándoles bastantes daño. Si en ese momento la victima abre los ojos, no verá a nadie pues la Encorujá es muy rápida y además, no le gusta que la vean.